INTRODUCCIÓN





Una de las constantes de nuestro tiempo es el crecimiento de la población mayor. La amplia extensión demográfica de la vejez el sector poblacional de las personas de 65 y más años en el mundo desarrollado no solo se ha incrementado en número, también en longitud de vida. Ciñéndonos a Navarra este grupo es de 95.000 personas. La esperanza de vida media ha llegado a 81 años en la mujer y 75 años en el varón. Los mayores de 80 años son una quinta parte del total. Son un conjunto de personas que reciben una pensión fruto de su trabajo anterior y que requieren un considerable volumen de medios asistenciales. Es sencillo deducir con tan simples datos que los mayores son hoy un problema social de notable importancia .


De los muchos aspectos interesantes que el tema gerontológico abre en nuestro tiempo, el de su patología tiene una clara relevancia y es el que nos corresponde desarrollar en el presente artículo. Pero sobre cualquier estudio de la enfermedad en los mayores, hay que partir del conocimiento sobre el envejecer. El envejecimiento es un fenómeno universal de los seres vivos. Puede definirse como el conjunto de cambios, que acontecen en los sistemas orgánicos que sostienen la vida, a consecuencia del paso del tiempo. La expresión de estos cambios, tanto en lo morfológico y funcional, como en el plano fisiológico y bioquímico, nos permiten identificar a los seres como envejecidos, como viejos.


Refiriéndonos al ser humano, la vejez es una etapa postrera, si bien bastante prolongada. Se puede resumir como la edad de la pérdida. Si el envejecimiento es un proceso, la vejez es una situación social. Todos los que han envejecido, a pesar de las diferencias individuales o de grupo, conforman un todo con unas propiedades comunes que ofrecen suficiente relevancia para constituirse como un sector humano distinto al de otras edades. Esa vejez la constituyen personas que están envejeciendo . A estas personas se les llama viejos, mayores, ancianos, senectos. Llegar a los 65 años es alcanzar una vejez social que la define la jubilación. Pero el umbral de la vejez se ha dilatado mucho. Serán generalmente los 80 años cuando se entre en la ancianidad. La salud mal acomodada, la sensación de cansancio vital o el progresivo apartamiento social, señalaran la frontera entre ser mayor y ser anciano. Esta es una muestra más de los efectos del desarrollo social: se vive más y mejor .


Nuestros abuelos y los pensionistas de los años 90 son gente distinta. El aprovechamiento de la vida que hacen hoy los mayores es una de las riquezas de esta sociedad, a pesar de que aún queda bastante por alcanzar. Pero hay que señalar que nunca hubo tantos ancianos con invalidez como ahora. Este es un lado negativo inevitable que procede de la misma razón que la prolongación de los buenos años: los recursos médicos y sociales al servicio de la enfermedad. Las personas con enfermedad viven más, y para muchos el precio de ese continuar existiendo es la incapacidad y la dependencia.

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